Revisando mi archivo fotográfico, encontré un paquete de fotos analógicas que hice hace unos años a mi hija pequeña. Decidí intervenirlas concentrando los rayos del sol con una lupa. Con vacilación, empecé a recorrer la superficie de estas fotos con el haz de luz solar ampliado, probando diferentes distancias y ángulos; quemando, abriendo surcos. Sorprendentemente, empezaron a formarse burbujas, como ampollas en la piel de la foto. El papel estaba herido y la imagen se transformaba con sus nuevas cicatrices. La primera fase de este proyecto consistió en la intervención material de las fotografías.

En la segunda fase del proyecto, fotografié a un nivel casi microscópico, las huellas dejadas por el paso de la luz sobre el papel fotográfico, generando alturas y depresiones sobre el mismo, configurando nuevas topografías, nuevas relaciones entre imagen y materia, en una especie de trabajo de bordado sobre la piel de las imágenes, que respondían imprevisiblemente al incisivo contacto con la luz. En el proceso reflexiono sobre la condición casi totémica que atribuimos a la fotografía impresa, su impermanencia; el riesgo, el no retorno, la reimaginación.